jueves, 9 de octubre de 2014

¿Sabías qué? Street view en las calles

¿Sabías que hace poco nos visitó "GOOGLE" por el pueblo?
Pasó uno de sus coches para actualizar "street view" y poder ver las calles de Villalba desde internet.

Para ello podemos ir a mapas de google y activar la opción de street view o arrastrar en el mapa el muñequito de color amarillo como vemos en la imagen.


Una de las cosas curiosas que he encontrado es que podéis ver a varios vecinos en diferentes sitios a la vez y que está llegando un coche al pueblo que parece de juguete.


domingo, 5 de octubre de 2014

Recuerdos de Octubre

Imagen extraida de la red.
La llegada de octubre al pueblo traía paz y sosiego, tardes en calma y días luminosos. Será que el dorado color de las hojas de los chopos, antes de caer daban un brillo especial al ambiente. Comenzaba con lo que aquí llamamos “ el veranillo de San Miguel” y en otros lados el “ veranillo del membrillo” 
Tenían las mañanas una luz especial, y todos los prados y riberas, se llenaban de burbujas multicolores provocadas por el encuentro risueño de los primeros rayos de sol y el rocío. La vega, parecía una hoguera que alegraba el comienzo del día. Llegaban por segunda vez en el año, los gitanos al pueblo y se iban igual que habían llegado por sorpresa. Toda la vega se llenaba de hogueras de los que sacaban patatas o iban a cuidar las vacas. Porque las tardes, eran frescas y las mañanas húmedas. Se agradecía el sol como lo agradecen las lagartijas. Ya no quedaban golondrinas, vencejos, ruiseñores y otras aves, pero comenzaban a llegar los primeros tordos y bandos de estorninos que ponían una nota negra de color en la tierra y en el aire del atardecer el bullicio y algarabía de sus trinos cuando se reunían para dormir en los árboles. Comenzaba la escuela y acababa para los niños, la plena libertad de las vacaciones. Volvía la monótona musiquilla de dos por uno es dos, dos por dos cuatro…España limita al norte…. Los avellanos ponían sus pinceladas amarillas sobre el verde de robles y zaldes en el Soto, Somonte, Solacuesta y otros lugares. Y, en la tarde de los días de fiesta, sobre todo, a partir del doce en el que se había la caza mayor, sonaban disparos de muerte que escupían las escopetas en busca de la pieza mayor. 
Acababa la “cienda” y se dejaba anotada la última “vecería” para el año próximo. Y, a partir de mediados de mes alguna niebla, envolvía la vega y el pueblo con su gris humedad. Se cerraban los bocarones de los pajares y todo iba invitando al recogimiento y la clama, al descanso que preanunciaba el invierno. A finales de mes, los campos sembrados de cereal para la próxima cosecha comenzaban a alfombrar de verde el paisaje. Cuando las vacas dejaban de salir a pastar, llegaban las ovejas con sus cencerros y balidos a llenar el ambiente. Llegaban después de las primeras lluvias, los manjares que el campo regalaba a sus habitantes, en forma de setas variadas y apetitosas. Aparecían por doquier y por todo el espacio, lo mismo prados que cantorrales, choperas o majadas. Cada especie en su hábitat que cada persona del pueblo conocía. Y, había otro rico manjar que a los niños nos gustaba. Estaban en plena sazón las zarzamoras, los majuelos, escaramujos, borracheras y mil frutos campestres y salvajes como las maellas. Todos los Cantorrales eran un cuadro de bello y variado colorido. En los huertos, quedaban en el aire las últimas manzanas y peras de cuchillo, y en el suelo, los nabos y verzas y,al atardecer junto al calor de la hornacha, que ya se encendía en la casa se “escogollaban” los fréjoles y alubias y si había suerte de algún saco de “chochos” puesto en el “Riín” para desamargar se probaba algún puñado. En el anochecer, los Cantorrales y el Plantío se encendían las lumbres en las que competían: ”los del Molino” y “ los del Pueblo” recordando aquello de…”lumbre de renta, el que no traiga palos, no se calienta”….Hogueras que daban calor y diversión. No hacía falta que fuese San Juan para saltar sus llamas. Los días, se iban haciendo pequeños y muchos juegos de calle se iban dejando apartados para la vuelta de mejor tiempo y días más largos hasta la primavera. Comenzaban las cartas a ser las reinas por las tardes-noches antes de cenar. Porque cenar, en el pueblo y, en aquella época era lo último que se hacía antes de ir a la cama. Con la barriga llena se dormía mejor y se iban las penas. El rosario, al igual que en mayo, invitaba al encuentro en su salida y la “Huerta de la Señorita” en la bajada al Caraminchón se hacía deprisa y con miedos, hasta que el frío del puente al cruzar el río, nos devolvía la calma y la realidad. Octubre era un bonito mes para recobrarse del trabajo del duro verano y sus tareas. Pero siempre recuerdo este mes, además de por lo que os he contado, por sus atardeceres. Las puestas de sol, hasta mediados de mes, son increíbles, un regalo maravilloso, que llenan el cuerpo y el alma para siempre.

2014 - Luis de la Hera